De Beata Virgine, Dei Matre Maria
Antes de lanzar
con su palabra
los mundos en el
espacio,
antes de extender
la inmensa tierra,
ya Dios te había
concebido
en su mente eterna
y concebido como
su Madre
en la gloria de la
virginidad.
¿Dónde estarías
entonces
a los ojos del
divino Padre,
cuando surgió en
el universo
el torbellino de
los mundos?
Aunque las olas
del mar sin
límites
no se arrastrasen
por las
playas
ni se deslizara el
río
en curvas
caprichosas;
aunque del fecundo
tremedal
las fuentes no
brotaran,
ni se asentaran
sobre las moles
gigantescas
los picos
acantilados:
ya te había
concebido
en su mente
el Padre supremo,
que tu habías de
concebir
en tu seno, como a
un hijo,
para purificar el
mundo entero
de las hediondas
manchas
y ser eficaz
medicina
a mis llagas.
¿Quién puede decir
tu hermosura,
tu encanto,
si te idolatró el
artífice divino?
Futura salvación,
prometida al
primer padre,
tú le habías de
restituir la vida
en el casto fruto
de tus entrañas.
Como el letal
veneno
Eva nos había de
corromper:
concebida sin
mancha,
nos presentarías
tú el antídoto.
Estremeció, al
nombre
de la segunda
mujer,
la astuta
serpiente,
que endereza en
sus lazos a la
primera.
Concebida en seno
materno
como todos
nosotros,
sólo tú, oh
Virgen,
fuiste libre de
deshonra
que mancha a los
demás,
y aplastas con el
calcañar
la cabeza
del enroscado
dragón,
reteniendo bajo
las plantas
su frente
humillada.
Toda bella de
albura y luz
no hubo sombra en
ti,
dulce novia de
Dios.
Jamás se estampó
en tu pecho
la mancha del
crimen;
mácula alguna, por
mínima
que fuese,
empapó jamás tu
belleza.
Oh hermosura sin
par...
San José de Anchieta
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.