¡Oh Madre mía, María Santísima! Sé siempre mi modelo, mi sostén y mi guía |
¡Oh María, qué eminente es tu humildad apresurándote al
servicio ajeno! Si es cierto que quien se humilla será ensalzado, ¿quién lo
será más que Tú que te has humillado tanto?
Al verte, Isabel se queda atónita y exclama: “¿De dónde a mí
tanto honor, que la Madre de mi Dios venga a mí?” Pero es aún mayor mi asombro
al ver que Tú, igual que tu Hijo, has venido no para ser servida, sino para
servir… Precisamente por este motivo te trasladas a casa de Isabel.
Tú, la
Virgen, junto a la mujer casada, la Reina junto a la sierva, la Madre de Dios junto
a la madre del Precursor; Tú que darás a luz al Hijo de Dios junto a la que
darás a luz a un esclavo.
San Bernardo
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