¡Ésta es toda mi confianza, ésta es toda la razón de mi esperanza! |
Dichoso el hombre que me escucha, vigilando a mis puertas cada día, guardando las jambas de mi entrada (Prov., 8, 34) ¡Dichoso el que, como los pobres ante las puertas de los ricos, procura buscar limosna de gracias ante las puertas de la misericordia de María! ¡Y más dichoso quien procura imitar las virtudes que observa en María, especialmente su pureza y su humildad!
¡Oh Madre de misericordia!
Cuando vivíais en la tierra merecíais ya el tributo de nuestra veneración y de
nuestra confianza. Pero ahora que estáis elevada a lo más alto de los cielos,
los verdaderos fieles os miran como el propiciatario de todas las naciones. Os
suplicamos, pues, instantemente, ¡oh Virgen Santa!, que nos concedáis el
socorro de vuestra intercesión y de vuestras plegarias ante Dios. Santas
plegarias, que nos son más queridas y más preciosas que todos los tesoros de la
tierra; plegarias eficaces, que nos obtienen de Dios la abundancia de sus
gracias; plegarias poderosas, que detienen e inutilizan todos los esfuerzos de
nuestros enemigos, siempre conjurados contra nosotros. Deshacedlos, ¡oh Madre
de misericordia!; confundid sus proyectos, armad nuestra debilidad contra su
malicia y mostrad que sois verdaderamente la Madre de todos los fieles que
ponen en Vos su confianza. La mía os la entrego toda y hasta el último suspiro esperaré
en Vos.
San Andrés de Creta
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