Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 22 de agosto de 2022

22 DE AGOSTO, FIESTA DEL INMACULADO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 

Fuentes de gracias son todas las fiestas que se celebran en la Iglesia; especialmente las de Nuestro Señor y su bendita Madre. Pero como el corazón es la sede del amor y de la caridad, y como la caridad es la reina de las demás virtudes y la fuente de todas las gracias, la fiesta del Purí­simo Corazón de la Madre admirable es como el corazón y la reina de todas las otras.


 Día de la fiesta

El Sacratísimo Corazón de la Bienaventurada Virgen, objeto de la fiesta.

Excelencia del Corazón de María.- Consideremos con atención cuál es el objeto de esta fiesta: es el Corazón Sagrado de la Reina del cielo y de la tierra; es el Corazón de la Su­prema Emperatriz del universo; es el Corazón de la Hija predilecta y muy amada del Padre; es el Corazón de la Madre de Dios; es el Corazón de la Esposa del Espíritu Santo; es el Corazón de la bondadosísima Madre de todos los fieles; es el Corazón más digno, más noble, más eleva­do, más generoso, más excelente, más caritativo, más amado, más amable y más amado de todos los corazones de las meras criaturas. Es un Co­razón del todo abrasado de amor a Dios y total­mente inflamado de caridad para con nosotros; merecería tantas fiestas como actos de amor hizo a Dios y actos de caridad hacia nosotros. Unid a Él, el Corazón de Jesús que no forma sino un solo corazón con el de su queridísima Madre, por unidad de espíritu, de afecto y de voluntad. Unidle también todos los corazones de todos los Ángeles y de todos los Santos que no forman entre sí y con el de su Padre y el de su Madre, sino un solo Corazón.

He aquí el objeto de esta fiesta: muy grande, muy admirable, y digno de veneración y de ala­banzas infinitas.

Concebid, pues, un gran deseo de celebrarla con toda la devoción que os sea posible.

El Corazón de María se nos ha sido dado.- Considerad que esta fiesta es un día de gozo extraordinario para nosotros, porque el Cora­zón de nuestra divina Madre nos pertenece por cuatro títulos:


1° porque el eterno Padre nos lo ha dado.
2° porque el Hijo de Dios nos lo ha dado.
3° porque el Espíritu Santo nos lo ha dado.
4º porque también Ella nos lo ha dado.

Y como el Corazón de Jesús, y todos los Cora­zones de los Ángeles y de los Santos no forman con ese Corazón que es nuestro, sino uno solo, todos esos Corazones también nos pertenecen.

¡Oh, el tesoro!, ¡oh la dicha y el bien nuestro! ¡Oh, cuán ricos somos! ¡Oh, qué gozosos y agra­decidos debemos estar!

¡Oh, queridísimo Jesús mío!, ¿qué os daré por tantos favores como recibo sin cesar de vuestra infinita bondad y de la caridad incomparable de vuestra Santísima Madre? Os ofrezco mi co­razón, que os pertenece por mil títulos. Pero... ¿qué es ofreceros el corazón de un pobre peca­dor? Os ofrezco el corazón de todos vuestros Ángeles y de todos vuestros Santos. Pero esto es poco todavía, comparado con el tesoro inmenso que me disteis al darme el Corazón de vuestra Santísima Madre.

Os ofrezco ese Corazón que os agrada más Él solo, que todos los corazones del universo. Pero esto no basta aún para cumplir, yo, íntegramen­te todas mis obligaciones. Os ofrezco vuestro Corazón adorable, todo abrasado de amor in­menso e infinito hacia Vos y hacia vuestro Padre divino.

¡Oh, Reina de mi corazón, os ofrezco tam­bién a Vos, ese Corazón de vuestro Hijo, infi­nitamente amoroso, en acción de gracias por el tesoro inestimable que me disteis al darme vues­tro maternal Corazón!





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