Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 17 de septiembre de 2022

FIESTAS DE NUESTRA MADRE

 


Tu Natividad, ¡oh Virgen y Madre de Dios!, anunció la alegría al mundo entero: porque de Ti ha nacido el Sol de Justicia, Cristo, nuestro Dios, que borrando la maldición, nos trajo la bendición del cielo, y, confundiendo a la muerte, nos dio la vida perdurable.

Así como la primera Eva, radiante de vida e inocencia, salió del costado de Adán, la Virgen María, resplandeciente e Inmaculada, salió del corazón del Verbo eterno, quien, por obra y gracia del Espíritu Santo, como lo enseña la liturgia, quiso formar ese cuerpo y esa alma que algún día le servirían como tabernáculo y altar.

Esta fiesta tiene su origen en oriente, donde se le menciona en las homilías de Andrés de Creta. Por el contrario, en Roma, todavía en la época de Honorio I (625-638), se seguía celebrando este día la fiesta de San Adrián. Por lo tanto, la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen en occidente aparece únicamente hasta el papado de Sergio I (687-701).

Éste es el día de cantar con la Santa Iglesia: "Tu nacimiento, ¡oh Virgen gloriosa!, anuncia para el mundo la más pura de las alegrías". Porque esta Niña que hoy nace es la mujer predestinada de quien se dijeron esas palabras de una profundidad insondable: “María, de qua natus est Jesus”. María es inseparable de Jesús, y las gentes decían: "¿No es éste el Hijo de María?" En relación con Jesús la predestinó Dios Padre desde toda la eternidad, la formó el Verbo Creador, y la enriqueció y hermoseó el Espíritu Santificador.




«No fue inventado en la tierra el nombre santísimo de MARÍA, sino que descendió del cielo por divina ordenación». Después del santo nombre de Jesús, es el de MARÍA tan rico en bienes soberanos, que ni en la tierra ni en el cielo resuena otro con el que experimenten las almas piadosas tantas avenidas de gracia, confianza y dulzura.

Escribe San Ambrosio, es vuestro nombre, María, bálsamo lleno de celestial fragancia, y así, Virgen piadosísima, os pido que descienda hasta lo íntimo de mi corazón, concediéndome que lo traiga siempre estampado en él con amor y confianza, pues quien os tenga y os nombre así, puede estar seguro de haber alcanzado ya la gracia divina, o, al menos, prenda segura de haberla de poseer pronto.

La misma bienaventurada Virgen reveló a Santa Brígida que no hay en esta vida pecador tan tibio en el amor divino que, invocando su Santo Nombre, con propósito de enmendarse, no ahuyente luego de él al demonio. Y se lo confirmó diciéndole que todos los demonios de t a l modo veneran su nombre y lo temen, que al oírlo resonar sueltan luego del alma las uñas con que la tenían asida.

Atestigua San Germán de Constantinopla que, así como la respiración es señal de vida, así también el pronunciar a menudo el nombre de María es señal, o de vivir ya en la divina gracia o de que presto vendrá la vida; pues este poderoso nombre tiene la virtud de alcanzar el auxilio y la vida a quien devotamente lo invocare.

Sigamos, pues, siempre el admirable consejo de San Bernardo, que dice: En todos los peligros de perder la gracia divina pensemos en MARÍA, e invoquemos a MARÍA juntamente con el nombre de Jesús, pues estos dos nombres van estrechamente unidos. Jamás se aparten estos dos dulcísimos y poderosísimos nombres de nuestro corazón y de nuestra boca, porque ellos nos darán fuerza para no caer y para vencer todas las tentaciones. Son magníficas las gracias que Jesucristo ha prometido a los devotos del nombre de MARÍA.

San Efrén llega a decir que el nombre de MARÍA es la llave de la puerta del cielo para el que devotamente lo invoca. Y Tomás de Kempis asegura: Si queréis, hermanos, hallar consuelo en todos los trabajos, acudid a MARÍA, invocada MARÍA, obsequiada MARÍA, encomendaos a MARÍA. Alegraos con MARÍA, con MARÍA llorad, con MARÍA rogad, con MARÍA caminad, con MARÍA buscad a Jesús. Con Jesús y MARÍA, en fin, desead vivir y morir.

Después del más santo y adorable nombre de Jesús, no hay nombre más glorioso o más poderoso que el nombre de MARÍA. Ante la mención de este nombre los ángeles se regocijan y los demonios tiemblan; a través de esta invocación de este nombre, los pecadores obtienen la gracia y el perdón. Observa San Pedro Canisio.

En el Avemaría ya bendecimos el nombre de MARÍA, haciéndolo con siete alabanzas grandiosas, antes de llegar a pedirle su intercesión ante Dios: «ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Y también las Bendiciones en la adoración eucarística: «Bendito sea el nombre de MARÍA, Virgen y Madre».

Concluyamos con San Alfonso: Muy dulce es, por tanto, ya en esta vida el santísimo nombre de MARÍA para sus devotos, por las innumerables gracias que, como hemos visto, les alcanza. Pero más dulce lo hallarán en la hora suprema por la dulce y santa muerte que les obtendrá.



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