Los que obran por Mí, no pecarán (Eccli., 24,30) Los que me esclarecen tendrán vida eterna (Eccli., 24. 31), dice María. Los que se esfuerzan por darme a conocer y amar a los demás serán predestinados. Promete, siempre que puedas, hablar, en público o en privado, de las glorias de la devoción a María.
¡Oh Soberana mía, oh Madre de
mi Salvador!, Vos sois bienaventurada entre todas las mujeres, pura entre todas
las vírgenes, Reina de todas las criaturas. He aquí que todas las naciones os
llaman por excelencia bienaventurada. Haced que yo publique vuestra grandeza
cuando pueda publicarla, que os ame cuando amaros, que os invoque cuando pueda
invocaros, que contribuya a hacer que os honren cuanto a ello puedan contribuir
mis fuerzas, mi celo, mi amor. Quisiera ver todo el universo prosternado a
vuestros pies, todo los corazones abrasados en vuestro amor, y que todos amasen
a vuestro divino Hijo como Vos lo amasteis en este mundo y le ameréis por toda
la eternidad. Instantemente os pido para mí esta gracia, aunque yo sea indigno
de obtenerla. Así sea.
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