La Santísima Virgen se nos presenta como una firme columna que sostiene el Edificio de la Iglesia |
Cada 12 de Octubre la Iglesia celebra, en España y muchos
otros lugares, la festividad de Nuestra Señora del Pilar.
Cuenta la tradición que, hacia el año 40 de nuestra era,
la Santísima Virgen se apareció al Apóstol Santiago en tierras de España,
cuando Ella vivía aun en su cuerpo mortal, en Palestina. Se le presentó sobre
un pilar –que quedó allí luego de la aparición– para animarle a continuar con
su obra evangelizadora, bendiciendo sus esfuerzos, hasta entonces tan poco
fructuosos.
Quedémonos con esta imagen: la del pilar. La Santísima Virgen se nos presenta como una firme columna que sostiene el Edificio de la Iglesia. Ella es la torre segura donde nos ponemos al resguardo de los enemigos del alma; es la roca firme que permanece incólume en medio del agitado mar de las pasiones y de las seducciones del mundo. Ella da firmeza y solidez a nuestro castillo interior, alcanzándonos de Dios las gracias necesarias para nuestro crecimiento en la virtud.
Con razón le dice San Bernardo: acordaos que ninguno de
los que han acudido a vuestra protección haya sido desamparado de Vos. En
efecto, la historia y las biografías de los santos nos muestran cómo Ella ha
sostenido a cuantos se abandonaron en sus maternales brazos; y cómo se han
desviado y extraviado aquellos que la han menospreciado.
Cuenta San Juan Bosco que en uno de sus sueños vio una
gran barca, la Iglesia, que navegaba en un mar tempestuoso, y a su alrededor
muchísimas navecillas pequeñas, los cristianos. De pronto aparecieron naves
enemigas armadas de cañones –el ateísmo, la corrupción, la incredulidad, el
secularismo– y empezó una tremenda batalla. A los cañones enemigos se unen las
olas violentas y el viento tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean
completamente a la nave grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas
de los cristianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece
perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas columnas –o
pilares–. Sobre la primera columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra
la imagen de la Virgen Santísima. La nave del Papa y las navecillas de los
cristianos se acercan a los dos pilares y asegurándose de ellos ya no tienen
peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas sale un viento fortísimo que
aleja o hunde a las naves enemigas.
En este día en que conmemoramos el Día de la Hispanidad,
en el aniversario del descubrimiento de América, roguemos a esta poderosa
Señora para que sostenga a sus hijos en su lucha por la santificación personal,
por la restauración de la fe y la religiosidad de los fieles, por la reforma de
las costumbres, en fin, por la instauración de todas las cosas en Cristo. Que
su poderosa intercesión y el ejemplo de sus virtudes sea para nosotros una
columna inamovible que nos mantenga firmes en el amor y el servicio de nuestro
Señor Jesucristo, en medio de un mundo que cada vez más le da las espaldas a
Dios y combate a sus fieles.
Nuestra Señora del Pilar, confórtanos en la batalla con
tus maternales cuidados, y alcánzanos de tu Divino Hijo estas tres gracias: la
de una fe esclarecida y sólida, la de una firme esperanza en sus promesas y la
de una ardiente caridad que nos impulse a comenzar y llevar a cabo grandes
empresas por la gloria de Dios y por la salvación de las almas. Así sea.
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