¡Cuánto nos amó! Al verle así atado la Santísima Virgen, aumentaría la zozobra y la ansiedad de su Corazón. ¿Qué iba a ser de Él? ¿Qué iban a hacer con Jesús? |
Prendimiento. –Terminó
ya la oración y Jesús, decidido, valiente y generoso llama a los apóstoles y
delante de ellos, sale en busca de sus enemigos, no para hacerles frente y
defenderse, sino para entregarse en sus manos. Mira a Jesús atado
violentamente, fuertemente por sus verdugo, penetra en su interior y mira a
otro verdugo, que es el amor, atarle aún con mayor violencia; ¡esas sí que eran
ataduras!, como que era víctima y esclavo de este amor.
¡Cuánto nos amó! Al verle así atado la Santísima Virgen,
aumentaría la zozobra y la ansiedad de su Corazón. ¿Qué iba a ser de Él? ¿Qué
iban a hacer con Jesús? Contémplale tú así atado también por ti, fíjate bien lo
que esto significa, ¡por ti!; no solo que se deja maniatar para sufrir por ti,
en lugar de ti, por tu causa, sino que ese por ti quiere decir que eres tú
también quién le atas las manos. ¿No caes en la cuenta de esta verdad?
No hay nada que tanto ate las manos a Jesús como la
ingratitud, la frialdad, la tibieza, la falta de correspondencia a sus gracias,
en fin, ¡el pecado! Calcula si puedes, las muchas veces que Jesús habrá querido
darte grandes gracias, nuevos favores y beneficios y tú, con tu conducta le
atabas las manos. Él quería santificarte y tú no le dejabas, le ponías
dificultades. Átate, pues, a Él de pies y manos por el amor; átate con esas
ataduras amorosas para nunca perderle y repite lo del Cantar de los Cantares:
“Ya encontré al que ama mi alma, le ataré bien y no le soltaré”. Suplica a la
Santísima Virgen que así te lo conceda.
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