“El Poderoso ha hecho obras grandes en mí” |
En este
primer sábado de mes, detengámonos a considerar las maravillas que Dios ha
obrado en el Corazón Inmaculado de la Virgen María, nuestra Reina y Madre, y
que hacen de su Corazón único y excelente por la unión con el Corazón de su
divino Hijo Jesús.
Consideremos la unión estrechísima que ninguna otra
criatura pudo experimentar con Nuestro Señor Jesucristo desde el momento de la
Encarnación hasta el parto virginal: la vida del Niño Dios era la vida de
María, la sangre que corría por las venas de Verbo eterno humanado, era la
sangre de María, el Corazón de Dios palpitaba a impulsos del Corazón de María.
El Dios eterno se hace esclavo de aquella que es su sierva, su vida depende de
su criatura. Y esto ya es un misterio ante el cual hemos de asombrarnos con
admiración; aprendiendo de ello como Dios para dársenos se hace vulnerable a
nosotros: pensemos en el misterio de la Eucaristía. Él quiere dársenos como
alimento, por ello se realiza el misterio de la transubstanciación, y en la
comunión viene a nosotros… Pero no siempre es recibido debidamente, no siempre
el alma se dispone a esta gracia; y no digamos ya de aquellos que se acercan a
la comunión en pecado cometiendo sacrilegio. Ojalá aprendiésemos de nuestra Señora
a recibir debidamente al Señor que viene a nosotros y se hace eucaristía para
nosotros, y viene en los otros sacramentos, y viene en su palabra… y nos
concede tantas gracias…
Ojalá nosotros fuésemos como aquella que se reconoce
Esclava, inmaculados y humildes para recibir al Rey de los cielos que se abaja
a nuestra pobreza.
La unión entre los Corazones de Jesús y María, María y
Jesús no fue rota con el parto, pues siempre se mantuvo durante la vida terrena
del Señor. Dos corazones que forman un solo corazón, no en unidad de esencia,
como la Unidad del Padre y del Hijo, sino en unidad de sentimiento, de afecto y
de voluntad.
La Virgen sentía lo mismo que su Hijo, la Virgen amaba
los mismo que Jesús, la Virgen quería y deseaba lo mismo que su Hijo Dios.
¿Cuáles eran los sentimientos de María? Los de Jesús.
¿Cuáles eran los afectos de María? Los de Jesús. ¿Cuáles eran los deseos y
quereres de María? Los de Jesús. No hubo en ninguna ocasión discrepancia y
desunión entre estos Sagrados Corazones, aun a pesar de la oscuridad de la fe
pues como relata el Evangelio “Sus padres nos comprendieron su respuesta y
María su madre guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón.”
Hoy al venerar y acudir a reparar el Corazón de María,
hemos de pedirle también la gracia de nosotros llegar a tener esa unión de
sentimientos, de afectos y voluntad con ella. Si hacemos examen, vemos cuanta
discrepancia hay entre nuestros sentimientos, afectos y quereres y los de Jesús
y de María. “Tened los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2,5) –decía san
Pablo a los Filipenses. Tened los mismos sentimientos de Cristo y de la Virgen
María, su Madre, es la invitación que hoy se nos hace para en verdad reparar y
desagraviar por tantas ofensas, por tantos sacrilegios, por tantas profanaciones.
Jesús y María, haced mi corazón semejante al vuestro: que yo tenga los mismos sentimientos, los mismos afectos, los mismos deseos de vuestros corazones. Purificad mi corazón de los sentimientos, afectos y deseos que me apartan de vosotros. Elevad con la gracia divina aquellos sentimientos, afectos y deseos buenos que hay en mí para que todo lo haga en unión con vosotros. Así lo pedimos. Que así sea. Amén.
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