Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

miércoles, 6 de mayo de 2020

MES DE MAYO, MES DE MARÍA


María, Virgo Purísima, Virgen Purísima.- Por Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, hemos de entender esta verdad revelada, a saber, que María fue concebida en el seno de su madre, Santa Ana, sin mancha de pecado original.

Después de la caída de Adán, toda la humanidad, su descendencia, ha sido concebida y ha nacido en pecado. “He aquí, dice el inspirado autor del salmo Miserere, que he sido concebido en la iniquidad y que mi madre me ha engendrado en el pecado” Este pecado, que alcanza a cada uno de nosotros y que es nuestro desde el primer momento de nuestra existencia, es el pecado de infidelidad y de desobediencia, por el cual Adán perdió el paraíso. Como hijos de Adán, somos herederos de las consecuencias de su pecado, y hemos perdido, en él, aquella vestidura espiritual de gracia y de santidad, que había recibido de su Creador al recibir la vida. Todos hemos sido concebidos y nacemos en este estado de caídos y desheredados, y el sacramento del Bautismo es, ordinariamente, el medio por el cual somos sacados de él.

María nunca vivió en este estado; fue exceptuada de él por un decreto eterno de Dios. Desde toda la eternidad, Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, había resuelto crear la raza humana, y, previendo la caída de Adán, había decretado, al mismo tiempo, rescatar toda su posteridad, la humanidad entera, por la encarnación del Hijo y sus sufrimientos en la Cruz. En este mismo instante eterno, incomprensible, en que el Hijo de Dios nacía del Padre, el decreto de la Redención del hombre por Él, también estaba dado. Según este eterno decreto, el que había nacido desde toda la eternidad nació en el tiempo para salvarnos, y la redención de María fue entonces resuelta de esta manera especial, que llamamos Inmaculada Concepción. Se decretó, no que fuese purificada, sino preservada del pecado, desde el primer instante de su existencia, de tal suerte que el maligno no tuviese en Ella cosa alguna que le perteneciese. Fue, pues, hija de Adán y de Eva de la manera que lo hubiera sido si éstos no hubiesen pecado. No tuvo parte en su falta y heredó, pero en una medida muy superior, todos los dones y todas las gracias, que Adán y Eva inocentes poseían en el paraíso. Tal es su prerrogativa, y tal es el fundamento de todas estas saludables verdades, que, a este propósito nos han sido reveladas. Digamos, pues, con todas las almas santas: Virgen Purísima, Concebida sin pecado original, ¡oh María!, rogad por nosotros.

John Henry, Cardenal, Newman



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