¡Oh gloriosísima Virgen! ¡Dignaos hacer que mi corazón se abrase siempre en vuestro amor y que mi alma sea siempre vuestra! |
¡Oh, Santa Madre de Dios,
esperanza de los hombres! El precio de mi salvación está ya satisfecho; mi Salvador
ha dado por ella toda su Sangre, cuando con una sola gota bastaría para
rescatar millones de mundos. Solo falta que el Divino Redentor me adjudique el
mérito de esa preciosa Sangre. A Vos, Santísima Virgen, recomiendo mi alma,
para que no la arrebate el enemigo. Amén.
San Alfonso Mª de
Ligorio
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