A Ti, ¡Oh Madre!, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo |
¡Oh Inmaculada, Reina del
Cielo y de la tierra!, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a
quien Dios confió la economía de la misericordia.
Yo, pecador indigno, me postro
ante Ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.
A Ti, ¡Oh Madre!, ofrezco
todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y
eternidad.
Dispón también, si lo deseas,
de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de Ti ha sido dicho: “Ella te aplastará la cabeza”, y también:
“Tú has derrotado todas las herejías en
el mundo”
Haz que en tus manos purísimas
y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar
tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumentar en
cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús.
Donde Tú entras, ¡oh
Inmaculada!, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que
toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros, nos llega a través de
tus manos.
Ayúdame a alabarte, ¡oh Virgen
Santa! y dame fuerza contra tus enemigos.
¡Oh María sin
pecado concebida!,
Rogad por nosotros
que recurrimos a Vos
San Maximiliano
María Kolbe
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