Ama a María, entonces, y recibirás una gracia especial;
invoca a María, y obtendrás victoria; honra a María, y conseguirás la eterna
recompensa
|
La Virgen Bienaventurada sufrió muchísimo por los errores
del mundo y por la perversidad de tanta gente; se compadeció de los que estaban
verdaderamente arrepentidos o duramente tentados. Se afligió por la enorme
ingratitud de los hombres, para quienes Dios Padre, había mandado a su Hijo
unigénito, encarnado por amor, a fin de que reconquistaran el paraíso, que un
día habían perdido por el pecado de Adán. Se apesadumbró por la condenación de
los malos, que, despreciando la palabra de Dios preferían el mundo antes que el
cielo, y perseguían las falaces riquezas en vez de las auténticas virtudes.
Sufrió por la persecución de los inocentes y la violencia de los malvados, por
el desprecio de los pobres y la altanería de los soberbios, por el descuido del
culto divino y la trasgresión de los mandamientos de Dios y constituía para
ella motivo de profundo padecimiento el hecho de que el mundo entero estuviese
sumergido en el mal y fuesen pocos los dispuestos a recibir la luz eterna,
encendida en el mundo por medio de ella, Madre de inmensa piedad. Tuvo para con
todos grandísima paciencia y llevó una vida repleta de sufrimientos, al mismo
tiempo que rogaba con lágrimas y sollozos por la salvación de las almas.
Si quieres conocer más a fondo cuáles y cuántos sufrimientos
aguantó María en la persecución y en la pasión de su amado Hijo, sabrás que
bebió hasta la última gota el cáliz de tantos amargos pesares como los que
bebió Jesús en cada instante de su vida y a causa de todas las heridas
infligidas a su cuerpo. Efectivamente, ¿cuándo Jesús tuvo que sufrir de parte
de los hombres contrariedad y desprecio, sin que también ella los sufriese por
compasión? Si ella sufrió, cuando perdió a Jesús sólo por algún día, ¿cuánto no
habrá llorado al verlo crucificado y luego muerto? Los que aman a Jesús saben
bien que el afecto maternal de María superó en el sufrimiento al de todas las
almas piadosas. Por lo cual, si quieres conocer la violencia del dolor en la
Madre, piensa en la vehemencia del amor en la Virgen.
Del libro "Imitación de María",
del Beato Tomás de Kempis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.