Al pie de la Cruz, junto a María, a la que el amor y el
dolor hicieron Reina de los Mártires, aprendamos el secreto del amor fuerte
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El alma más fuerte en el padecer, es la más fuerte en el
amor. Ninguna criatura en el mundo amó ni amará más a Dios que María Santísima
y ninguna fue ni será más fuerte que Ella en el sufrimiento. Hela al pie de la
Cruz. Es Madre y asiste voluntariamente al atroz suplicio del Hijo; ve los
clavos hundirse en las carnes, oye los golpes sordos del martillo, ve la cabeza
coronada de espinas buscar en vano un instante de reposo en el duro leño, ve
alzarse la Cruz y al Hijo colgar suspendido entre la tierra y el cielo,
desfigurado por el dolor, sin el más pequeño alivio. María tiene el Corazón
traspasado, y con todo, repite su "fiat" con la misma plenitud con que lo
pronunció al anuncio jubiloso de su maternidad, y en el amor encuentra ánimo
para ofrecer al Hijo amado por la salvación de sus verdugos. ¿Qué madre podrá
emular la fortaleza de la Virgen? Y sin
embargo, su sacrificio supera inmensamente el sacrificio de cualquier madre,
porque sólo Ella puede decir: el Hijo que inmolo es mi Dios.
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