¡Oh, Madre Poderosísima de Dios y Madre amorosísima
nuestra!, con todo el afecto y fervor de nuestras almas, te rogamos que nos
concedas, no sólo a nosotros, sino también a nuestros parientes y amigos, y a
los habitantes de toda la Isla, la gracia de cifrar en Ti nuestra esperanza
y de agradarte con una constante y fervorosa devoción.
Dígnate conservar y aumentar el amor que te profesa
Puerto Rico y que echen cada día en nuestro suelo raíces más profundas la
moral, la piedad y la Religión Católica.
Derrama tus luces soberanas sobre nuestros gobernantes
para que, con acertadas leyes y disposiciones saludables, promuevan nuestro
bien temporal y eterno.
Haz que te seamos fieles hasta la muerte, a fin de que,
después de haberte amado, venerado, invocado e imitado en la presente vida, te
amemos, veneremos, ensalcemos e imitemos en la gloria por eternidad de
eternidades. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.