Existen enfermedades por las que la Virgen siente todavía
mayor compasión: las del alma. En efecto, cuántos cristianos enfermos hay, cuya
alma es débil en la fe, en la piedad, en el fervor; que tienen una vida
espiritual lánguida; que llevan consigo todas las características de la
tibieza, y que pronto pueden caer en las profundidades del abismo. Pues bien,
principalmente por esas almas es por las que María se complace en interceder
ante su Hijo, y cuyas oraciones y gemidos Ella tiene más satisfacción en
atender.
P. Martín Berlioux
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