¡Oh qué cúmulo de gracias, virtudes y otras disposiciones
se agrupan en aquel santísimo y purísimo corazón!
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María fue como el centro de todas las gracias y bellezas que Dios había distribuido a los ángeles, a los santos, y a todas las criaturas. María había de ser la Reina y Señora de los ángeles y de los santos, y por lo mismo había de tener más gracias que todos ellos ya en el primer instante de su ser.
María había de ser Madre del mismo Dios. Es un principio
de filosofía que entre la forma y las disposiciones de la materia ha de haber
cierta proporción: la dignidad de Madre de Dios es aquí como la forma y el
corazón de María es la materia que ha de recibir es forma. ¡Oh qué cúmulo de
gracias, virtudes y otras disposiciones se agrupan en aquel santísimo y
purísimo corazón!...
San Antonio María
Claret
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