¡Oh Reina de los Ángeles, bendita Señora!
Y como vos de aquí adelante habéis de ser también mi Patrona, Señora y Madre, cierto que ya no tengo de tener temor ni miedo de
hablar con vos y pediros acudáis a mis necesidades, pues soy ya siervo y
esclavo y de la Santísima Trinidad, de quien vos sois esposa, madre del
Hijo y sagrario divino del Espíritu Santo.
Con tal Señora y Abogada, contentísimo debo estar y
muy confiado que las suertes que me faltan, de aquí a que yo goce de este bien
en el cielo, me han de salir ciertas y a mi favor.
¡Ojalá jamás fuese yo ya flaco, tibio ni flojo, pues
tantas son más las obligaciones que me corren!
¡En ti, Dios mío, espero. En vos Virgen Benditísima,
confío!
Santa Juan Bautista de la Concepción
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