Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 4 de mayo de 2013

MES DE MAYO, MES DE LAS FLORES, MES DE MARÍA

AMEMOS A LA INMACULADA

¡Gloria a María, Hija del Padre!
¡Gloria a María, Madre del Hijo!
¡Gloria a María, Esposa del Espíritu Santo!
Contempla a María que te dice: Hija, si soy tu Madre, ¿dónde está mi honor? Dadme un corazón agradecido a vuestras bondades, ¡oh María!

¿Qué es María para Dios? Es la hija más amada de Dios Padre… Por eso le dio todo poder en el cielo, en la tierra y en los infiernos… Es la Madre más honrada de Dios Hijo… que quiso elevarla a la dignidad infinita de Madre de Dios… Es la Esposa más privilegiada de Dios Espíritu Santo… Por eso le comunicó un amor el más subido, y la enriqueció con toda clase de gracias, dones y excelencias… Virgen y Madre Inmaculada, purísima sin igual… Sólo Dios es superior a María… Todo lo demás, Ángeles, Santos, criaturas todas, le son inferiores… Esta es tu Madre, ámala, pues; admira y reverencia tan incomprensible grandeza.

¿Qué es María para ti? Es la Madre más tierna, más solícita de tu felicidad… y por lo mismo tu vida… dulzura… y esperanza… No puedes vivir en gracia y perseverar sin amar a María… Es María la respiración del alma cristiana… ¿Amas a María?... ¿La invocas a menudo? En esto conocerás si vives la vida de la gracia, y tus adelantos en la virtud y perfección.

En este valle de lágrimas, en este lugar de destierro nadie vive sin penas, sin gustar grandes amarguras de desengaños… ¿No es verdad?... Pero en estos casos duros, ¿es María tu dulzura?... ¡Ah! Quizás no te acuerdas que en el cielo tienes tan dulce Madre, y vives por ello llena de desabrimiento, de despecho y desolación… ¡Pobrecilla! Vuelve, vuelve al seno de la mejor de las Madres… llama a María Inmaculada, invócala con confianza, y renacerá en tu alma la fe… la confianza… la caridad… la paz… el perdón.

Es María tu mejor esperanza después de Dios. ¿Qué esperas de María? ¿Esperas alcanzar por su medio el perdón de tus pecados, la gracia de la perseverancia, ver, por fin, a Jesús después de este destierro?... Examina tu corazón y persuádete, que nunca te excederás en amar a María, en honrarla, en imitarla y extender su devoción… Jesús te va delante con su ejemplo… Ningún mortal, por más que haga, podrá honrar más a María tanto como la honro el Hijo de Dios. ¡Oh María, Madre querida de mi corazón, vida, dulzura y esperanza mía; en la vida, en la muerte, en el tiempo y en la eternidad mostrad que sois mi Madre!… En todos mis peligros y tentaciones os invocaré con confianza, y saldré siempre victoriosa de mis enemigos… ¿No es verdad, Madre mía de mi alma, María Inmaculada?

¿Qué eres tú para tu Madre María? Hija ingrata tal vez… carga molesta… nueva cruz… quizá espada de dolor que lacera su pecho… ¿Y tendrás corazón, para lacerar otra vez el Corazón Inmaculado de María clavándole nuevas espadas de dolor?... ¿Tendrás corazón para cometer tan enorme crimen?... Pues sábete que esto has hecho y estás haciendo cuantas veces cometes un pecado mortal. Madre mía de mi alma, María, Madre de mi corazón, piedad y perdón; no quiero, no, hundir más en vuestro amoroso pecho nueva espada cruel, sino arrancárosla todas para calmar vuestro dolor… Así lo haré en adelante, Madre querida, con mi conducta cristiana, con mi modestia y celo por la salvación de las almas. Amén


Fruto.- No pasaré día sin encomendarme a María rezándole a su pureza tres Avemarías. Ayunaré o a lo menos guardaré abstinencia todos los sábados y vigilias de sus festividades, y haré que otros la amen de corazón. Cada día, en cuanto lo consientan mis ocupaciones, le rezaré el Santo Rosario.

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