Por lo que mira al provecho de los fieles, dice San
Anselmo que habiendo sido el Sacrosanto Seno de María el camino del Señor para
salvar a los pecadores, no puede ser que al oír las predicaciones sobre María
no se conviertan y se salven los pecadores. Y si todas las gracias
se dispensan sólo por manos de María y que todos los que se salvan sólo se
salvan por mediación de esta divina Madre, se ha de concluir necesariamente que de
predicar a María y confiar en su intercesión depende la salvación de todos. Así
santificó a Italia San Bernardino de Siena; así convirtió provincias Santo
Domingo; así San Luis Beltrán en todas sus predicaciones no dejaba de exhortar
a la devoción a María; y así tantos y tantos.
El P. Séñeri el joven, célebre misionero, en todas sus
misiones predicaba sobre la devoción a María, y a ésta la llamaba su
predicación predilecta. Y nosotros en nuestras misiones, en que tenemos por
regla inviolable el no dejar nunca el sermón de la Señora, podemos atestiguar
con toda verdad que ninguna predicación produce tanto provecho y
compunción en los puebloscomo ésta de la Misericordia de María. Digo “de la
Misericordia de María” porque, como dice san Bernardo:
“Alabamos su
humildad, admiramos su virginidad, pero a los indigentes les sabe más dulce su
misericordia: a la misericordia nos abrazamos con amor, la recordamos con
frecuencia y más a menudo la invocamos”.
Piadoso lector, si como lo espero, es de tu agrado
esta mi obrita, te ruego me encomiendes a la Virgen santa para que me dé una
gran confianza en su protección. Pide para mí esta gracia, que yo pediré para
ti también, quien quiera que seas que me hagas esta caridad, las mismas
gracias. Dichoso el que se aferra con amor y confianza a estas dos áncoras
de salvación, quiero decir a Jesús y a María; ciertamente que no se perderá.
Digamos, pues, de corazón juntos, lector mío, con el
devoto Alonso Rodríguez:
“Jesús y María, mis dulcísimos amores, por vosotros
padezca, por vosotros muera; que sea todo vuestro y nada mío”
Amemos a Jesús y
a María y hagámonos santos, que no hay mayor dicha que podamos esperar y
obtener de Dios.
San Alfonso Mª. de Ligorio
"LAS GLORIAS DE MARÍA"
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