Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 1 de mayo de 2021

MES DE MAYO, MES DE MARÍA / PRIMER SÁBADO DE MES

 


María, Regína Angelórum, Reina de los Ángeles.- Este grandioso título puede lógicamente vinculado a la maternidad de María, es decir a la venida del Espíritu Santo sobre Ella en Nazaret, después del mensaje que le llevó el Ángel San Gabriel, y al nacimiento de Nuestro Señor en Belén. Por ser madre de Jesús está más cerca de Él que ningún ángel, y aun que los mismos serafines, que le rodean y exclaman sin cesar: “Santo, Santo, Santo.”

Los dos Arcángeles, que en el Evangelio desempeñan un oficio especial, son San Miguel y San Gabriel, y los dos fueron asociados con María a la historia de la Encarnación: San Gabriel, cuando el Espíritu Santo descendió sobre Ella, y San Miguel cuando nació el divino Niño.

San Gabriel la saludó “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres”, y le anunció que el Espíritu Santo descendería sobre Ella, y que daría al mundo un Hijo, que sería llamado Hijo del Altísimo.

Es en el Apocalipsis, escrito por el Apóstol San Juan, donde leemos lo que concierne al ministerio de San Miguel con María, al nacer su divino Hijo. Sabemos que nuestro Señor vino para establecer el reino de Dios entre los hombres. Apenas nacido, las potencias de este mundo, que querían aniquilarlo, intentaron el primer asalto. Herodes buscó la manera de quitarle la vida, pero San José, llevándoselo con su Madre a Egipto, frustró este designio. San Juan nos dice, en el Apocalipsis, que San Miguel y sus Ángeles fueron en aquella ocasión, y también en otras, los verdaderos guardianes del Niño y de la Madre.

En primer lugar, vio el Apóstol “una gran señal en el cielo” (entendiendo aquí por cielo la Iglesia o el reino de Dios), “una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”; y cuando iba a dar al mundo su Hijo, “un gran dragón rojo”, es decir, el espíritu del mal, “apareció, presto a devorarlo” después de haber nacido. El Hijo fue preservado por su propio poder divino, pero el espíritu del mal persiguió a la Mujer; San Miguel y sus Ángeles acudieron en su auxilio y salieron victoriosos.

“Hubo allí un gran combate”, dice el escritor sagrado; "Miguel y sus Ángeles lucharon con el dragón, y el dragón ayudado de sus ángeles; y este dragón fue arrojado fuera, él que es la serpiente antigua, llamada diablo” Ahora, como entonces, la Bienaventurada Madre de Dios tiene ejércitos de Ángeles a su servicio y siempre es su Reina.

 

John Henry, Cardenal, Newman





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