Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

miércoles, 19 de diciembre de 2018

LA ENTREGA DE NUESTRA MADRE A DIOS

Enséñame tu silencio, comunícame tu espíritu de adoración...

¡Oh María!, después de Jesús y con la distancia que media entre lo infinito y lo finito, eres Tú la grande alabanza de gloria de la Trinidad Santa. Tú fuiste siempre pura, inmaculada, irreprensible a los ojos del Dios tres veces Santo. Tu alma es tan sencilla y sus movimientos tan profundos, que no se dejan notar. Tu vida se puede compendiar en las palabras del Evangelio: “Guardaba todas estas cosas en su corazón” Tú has vivido en lo íntimo de tu corazón y a profundidades tales, que la mirada humana no puede seguirle. Al leer en el Evangelio que atravesaste con premura las montañas de Judea para ir a ejercitar una obra de caridad con tu prima Isabel, ¡te veo pasar tan hermosa, tan serena, tan majestuosa, tan profundamente recogida con el Verbo de Dios en tu corazón! Tu oración como la del Señor, fue siempre ésta: “Ecce! ¡Heme aquí! - ¿Quién? – La esclava del Señor la última de sus criaturas… ¡Tú, su Madre!

Fuiste tan sincera en tu humildad, porque siempre viviste olvidada, desconocedora, libre de Ti misma; por eso pudiste cantar: “El Omnipotente ha hecho en mí grandes cosas; todas las generaciones me llamaran bienaventurada”

¡Oh Madre mía!, enséñame el secreto de tu vida interior; enséñame a vivir recogido con Dios presente en mi alma. Enséñame tu silencio, comunícame tu espíritu de adoración. Junto a Ti, en tu escuela, quiero ser también yo el pequeño de la divinidad. Ayúdame a desasirme de las criaturas, para vivir en amorosa y callada adoración de la Trinidad, oculta en el íntimo escondrijo de mi alma.



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