¡Oh María, Madre mía, concédeme la gracia de vivir y
morir con tu Santo Nombre en los labios!
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Por eso, en los Sagrados cantares, el santo nombre de
María es comparado al óleo: “Como aceite derramado es tu nombre” (Ct 1, 2).
Comenta así este pasaje el B. Alano: “Su nombre glorioso es comparado al aceite
derramado porque, así como el aceite sana a los enfermos, esparce fragancia, y
alimenta la lámpara, así también el nombre de María, sana a los pecadores,
recrea el corazón y lo inflama en el divino amor”. Por lo cual Ricardo de San
Lorenzo anima a los pecadores a recurrir a este sublime nombre, porque eso sólo
bastará para curarlos de todos sus males, pues no hay enfermedad tan maligna
que no ceda al instante ante el poder del nombre de María”.
Por el contrario los demonios, afirma Tomás de Kempis,
temen de tal manera a la Reina del cielo, que al oír su nombre, huyen de aquel
que lo nombra como de fuego que los abrasara. La misma Virgen reveló a santa
Brígida, que no hay pecador tan frío en el divino amor, que invocando su santo
nombre con propósito de convertirse, no consiga que el demonio se aleje de él
al instante. Y otra vez le declaró que todos los demonios sienten tal respeto y
pavor a su nombre que en cuanto lo oyen pronunciar al punto sueltan al alma que
tenían aprisionada entre sus garras.
Y así como se alejan de los pecadores los ángeles
rebeldes al oír invocar el nombre de María, lo mismo –dijo la Señora a santa
Brígida– acuden numerosos los ángeles buenos a las almas justas que devotamente
la invocan.
Atestigua san Germán que como el respirar es señal de
vida, así invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de que se vive
en gracia de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso
tiene fuerza para conseguir la vida de la gracia a quien devotamente lo invoca.
En suma, este admirable nombre, añade Ricardo de San Lorenzo es, como torre
fortísima en que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él
se refugien; por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se verán
defendidos y salvados.
Torre defensiva que no sólo libra a los pecadores del
castigo, sino que defiende también a los justos de los asaltos del infierno.
Así lo asegura el mismo Ricardo, que después del nombre de Jesús, no hay nombre
que tanto ayude y que tanto sirva para la salvación de los hombres, como este
incomparable nombre de María. Es cosa sabida y lo experimentan a diario los
devotos de María, que este nombre formidable da fuerza para vencer todas las
tentaciones contra la castidad. Reflexiona el mismo autor considerando las
palabras del Evangelio: “Y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 27), y dice
que estos dos nombres de María y de Virgen los pone el Evangelista juntos, para
que entendamos que el nombre de esta Virgen purísima no está nunca disociado de
la castidad. Y añade san Pedro Crisólogo, que el nombre de María es indicio de
castidad; queriendo decir que quien duda si habrá pecado en las tentaciones
impuras, si recuerda haber invocado el nombre de María, tiene una señal cierta
de no haber quebrantado la castidad.
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