¡Ah! No desamparéis en aquel terrible trance a mi alma afligida y combatida por todos sus enemigos |
¡Oh Madre del dolor y del sufrimiento! ¡Reina de los
mártires! Vos habéis llorado con lágrimas amargas la muerte de vuestro Hijo
inmolado por mi salvación; pero ¿de qué me servirán vuestras lagrimas si tengo
la desgracia de condenarme? Por los méritos de vuestros dolores, os suplico que
os dignéis alcanzarme un verdadero arrepentimiento de mis pecados, un completo
cambio de vida y una tierna compasión por los sufrimientos de vuestro Divino
Hijo y de los vuestros. Puesto que Jesús y Vos, aunque inocentes, habéis
sufrido por mí, haced que yo, que por mis pecados merezco el infierno, padezca
también algo por Vos. ¡Oh Divina Madre mía!, por la aflicción que
experimentasteis al ver a vuestro divino Hijo inclinar la cabeza y espirar en
la Cruz, os suplico que me concedáis una buena muerte. ¡Ah! No desamparéis en
aquel terrible trance a mi alma afligida y combatida por todos sus enemigos.
Por si no puedo entonces invocar los dulces nombres de Jesús y de María, los
invoco desde ahora y os ruego, ¡oh santo objeto de mi esperanza!, que me
socorráis en mis últimos momentos. Amén.
San
Alfonso María de Ligorio
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