María, mírame, si Tú me miras, Él también me mirará
(San Alberto Hurtado)
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¡Oh María! Así como entre los espíritus bienaventurados
no hay ninguno que ame a Dios más que Tú, así tampoco tenemos nosotros, ni
podemos tener, después de Dios, quien nos ame más que Tú, ¡Madre nuestra
amantísima! Y si se pudiera reunir el amor de todas las madres a sus hijos, de
todas las esposas a sus esposos, de todos los santos y todos los ángeles a sus
devotos, no llegarían al amor que Tú tienes a un alma sola, y por lo tanto a mi
alma.
¡Oh María! Pues que me amas, hazme semejante a Ti. Tú
tienes el poder de cambiar los corazones; toma, pues, mi corazón, y cámbialo.
Hazme santo, hazme digno hijo tuyo.
¡Oh María! Pídante otros lo que quieran: salud, riquezas,
bienes terrenos; yo vengo a pedirte, ¡oh Madre mía!, esas cosas que Tú misma
deseas de mí y que más gratas son a tu Corazón. Tú que fuiste tan humilde
impétrame la humildad y el amor a los desprecios. Tú, tan paciente en las
contrariedades; Tú, toda llena de amor a Dios, obtenme el don del santo y puro
amor. Tú, toda caridad para con el prójimo, impétrame la caridad para con todos
y particularmente para con los que me son contrarios. Tú, en suma, ¡oh María!,
que eres la más Santa entre todas las criaturas, hazme santo. No te falta el
amor, ni el poder; todo lo quieres y todo lo puedes obtener. Sólo mi
negligencia en recurrir a Ti, sólo mi poca confianza en tu auxilio puede
impedirme recibir tus gracias.
San Alfonso María de Ligorio
La fiesta de hoy es una manifestación de reconocimiento
por las grandes victorias alcanzadas por el pueblo cristiano en virtud del
Rosario de María; y, al propio tiempo, es el testimonio más hermoso y
autorizado del valor de esta plegaria
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