¡Oh Madre dulcísima! para que mi deseo de sufrir no sea vano, ayúdame a ver en todos los sufrimientos cotidianos la Cruz de Jesús y dadme fuerzas para abrazarla amorosamente |
Te acompaño en la calle de la Amargura,
Virgen de los Dolores bendita y pura.
¿No ves mi llanto?
¡Yo también, Madre mía, padezco tanto!...
He perdido el sosiego, la paz, la calma;
en un mar de pesares vive mi alma.
Nadie se compadece de mi tormento;
sólo Tú, Virgen mía, ¿ves lo que siento?.
Por eso te suplico que desde el cielo
me prestes amorosa, dulce consuelo;
pues aunque el mundo tiene criaturas buenas,
¡hay tan pocas que entienden!
lo que son penas.
Mi corazón te llama, te necesita,
no lo abandones nunca, Virgen bendita.
Para vivir, tu amparo me es necesario;
quiero seguir tus huellas hasta el Calvario
y allí, cuando a tus plantas llore y me aflija,
piensa que eres mi Madre y yo tu hija...
Se ganan 50 días de indulgencias, cada vez que se diga esta oración ante una imagen de la Virgen de los Dolores
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