Para que no arda en los eternos fuegos, defiéndeme Tú, ¡oh
Virgen!, con tus ruegos, en el día del juicio
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¡Oh Virgen!, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo,
a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances
fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin
de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la Cruz de Cristo,
llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi
Señor y perseverando constantemente a tu lado, ¡oh Madre mía!, al pie de la Cruz
de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la Sangre Preciosísima de Nuestro Redentor. Te pido, por tus Dolores, que oigas mi
oración y la presentes a tu Divino Hijo...
Así sea
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