Virgen del Carmen, Iglesia de los Padres Franciscanos, Alcázar de San Juan (Ciudad Real) |
LUIS XIII Y EL ESCAPULARIO
Era a principios del siglo XVII, cuando ocupaba el trono de
Francia Luís XIII. A pesar del carácter bondadoso del Monarca y de las altas
dotes de gobierno de su ministro el Cardenal Richelieu, las guerras civiles y
las discordias religiosas, en las que tomaron parte activa los protestantes,
tenían divididos los ánimos y en continua rebelión las más florecientes
ciudades de la Francia.
Una de ellas era Montpeller que, declarándose enemiga de la Autoridad real, hallaba
dispuesta a defenderse hasta el último extremo.
El rey Luís XIII, al frente de un numeroso ejército, se
presentó muy luego ante los muros de la ciudad, para obligarla con la fuerza de
sus armas a reconocer su autoridad soberana.
Ninguna de las proposiciones de paz que el Monarca presentó
a los sediciosos para que se rindieran fueron atendidas, por lo cual se hizo
necesario tomar la plaza. Apenas la artillería sitiadora logró abrir brecha en
las murallas de la ciudad, un puñado de valientes del ejército real se lanzó
con temerario arrojo, intentando forzar la entrada, pero fueron recibidos a
arcabuzazos por los sitiados.
Uno sólo de aquellos héroes logró penetrar en la ciudad, a
pesar de haber recibido un disparo de arcabuz en el pecho.
A la vista de aquel valiente, que se defendía de
innumerables enemigos con una serenidad y un valor admirables, el entusiasmo
del ejército sitiador llegó al colmo, y precipitándose en la brecha logró
penetrar en el interior de la ciudad.
La batalla en las calles se hizo encarnizada y sangrienta,
hasta que, por fin, la victoria se inclinó a favor del ejército real, entrando Luís
triunfante en Montpeller.
Uno de los primeros actos del Monarca fue mandar que trajeran
a su presencia a aquel heroico soldado que logró penetrar el primero en la
plaza. A los pocos momentos el círculo de nobles que acompañaban al Rey se
abrió para dar paso a un humilde soldado de gallarda presencia y simpático
continente.
-Eres un héroe y quiero recompensarte- dijo el Rey,
poniéndole, familiarmente, su mano sobre el hombro.
-¡Señor!, agradezco el honor que V.M. me dispensa- contestó,
resueltamente, el soldado-; pero no es mío todo el mérito. Si V.M. me ha visto
penetrar el primero en la plaza y me contempla de pie, ileso, a pesar de haber
recibido un balazo en el pecho, es porque ignoráis que cubre mi pecho una cota
invulnerable.
Esto diciendo, desabrochose su casaca y descubrió su pecho,
en el que pendía el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen.
Los circunstantes quedaron asombrados contemplando la bala
que debiera haberle destrozado el corazón, detenida y achatada como por respeto
ante la santa imagen de la
Virgen que estaba grabada en la superficie anterior del
Escapulario.
Testigo de aquella maravilla el mismo Rey, hizo desde
entonces voto de vestir para siempre aquel bendito Escudo protector, aquella
Santa Cota, y recomendarla a todos sus súbditos para que en adelante les
preservara de todos los peligros.
Pocos días después el pecho del Rey ostentaba públicamente
el Escapulario y en el pendón nacional se veía grabada la imagen de la Virgen del Carmen.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen,
por
el P. Fr. Juan Fernández Martín O.C.D.
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