He dado, como la vid, graciosos retoños y mis flores han
dado frutos de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del amor puro, del temor,
de la ciencia y de la santa esperanza. En mí se halla toda la gracia de la
doctrina y de la verdad, toda la esperanza de la vida y de la virtud. Venid a
mí los que deseáis y hartaos de mis frutos, porque pensar en mí es más dulce
que la miel y poseerme, más que el panal de miel. Mi memoria vivirá de
generación en generación. Los que me coman tendrán aún hambre, y quienes me beban
tendrán aún sed. El que me escucha no sufrirá decepción y los que obran por mí,
no pecarán. Los que me dan a conocer, tendrán la vida eterna.
(Eclesiástico
XXIV; 23-31. Lectura de la Epístola en la Conmemoración de Nuestra Señora del Carmen)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.