Dice la Excelsa Reina: Conmigo están las riquezas y la gloria… para enriquecer a los que me aman (Prov., 8, 18 – 21). Amemos a María si queremos ser enriquecidos con gracias. El sabio Idiota la llamaba Tesorera de las gracias. ¡Bienaventurado el que con amor y confianza recurre a María! ¡Madre mía, esperanza mía! Vos me podéis hacer santo y lo espero de Vos.
¡Salve, oh María, llena de gracia! El Señor es contigo. ¡Salve, oh fuente de nuestra alegría!, por quien la sentencia de nuestra condenación fue revocada y cambiada en un juicio de bendición. ¡Salve, oh Templo de la Gloria de Dios!, mansión Sagrada del Rey de los Cielos. ¡Salve, oh Princesa de nuestra alegría! Vos sois verdaderamente bendita entre todas las mujeres, ya que sois la única escogida para ser la Madre de vuestro Creador. Todas las naciones os llamarán bienaventurada.
¡Oh María!, al poner en Vos
una santa confianza, lo espero todo para mi salvación. Si os dignáis recibirme
bajo vuestra protección, nada tengo que temer de los ataques de mis enemigos.
Estar enteramente consagrado a Vos es tener armas seguras para combatir y
vencer. Recibidme, pues, en el número de vuestros hijos, como yo os escojo para
que seáis mi tierna Madre.
San Andrés de Creta
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