¡Oh María!, Cúbreme con tu
sombra y permaneceré tranquilo y confiado bajo tus alas; acompáñame en mi
camino y condúceme por secretos atajos. No me perdonará el sufrimiento, pero Tú
me harás desearle como un alimento indispensable. ¡Oh María, María! Tu nombre
es para mis labios como la miel y el bálsamo. ¡María, María! ¡Ave, María!
¿Quién puede resistir? ¿Quién se perderá con el Ave María? ¡María, María! Tú
eres la Madre de los pequeños, la Salud de los débiles, la Estrella de las
tempestades… ¡Oh María, María! Si me encuentro sin ayuda, sin valor, sin
consuelo, corro a Ti y grito: ¡Ave, María! Tú eres el Consuelo de los esclavos,
el Valor de la pequeños, la Fortaleza de los débiles. ¡Ave, María!, cuando
pronuncio tu nombre, se inflama mi corazón. ¡Ave, María! Alegría de los
ángeles, alimento de las almas. ¡Ave, María!
Beato Eduardo Juan
María Poppe
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