¡Oh Virgen Bienaventurada y
Misericordiosa!, que no se hable más de tu Misericordia si hay acaso un solo
hombre que, habiendo rogado a Ti en sus penas, recuerde haberos encontrado
insensible a su petición. Siempre exaltaremos tus virtudes, pero por sobre
todas apreciamos la Misericordia, ya que somos miserables y pecadores. A tu
Misericordia, tan dulce para los desdichados, le dirigimos nuestras oraciones fervorosas.
Colección de
Oraciones de la
Condesa de Flavigny
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