Señora y Dominadora, María.- Y qué cierto es que es verdadera
Señora, nunca fue esclava, ni sierva del demonio, del pecado, de las pasiones.
Solo esclava del Señor, pero por eso mismo Reina y Señora. El pueblo cristiano
así lo entiende y por eso la llama Nuestra Señora. Recuerda cómo es Señora de
los Ángeles que se glorían en poderla servir. Los Ángeles fueron muchas veces
sus criados; en la Anunciación, en la Huida a Egipto, en la cueva de Belén, en
el mismo Calvario, Ángeles de dolor fueron a sostenerla y a llorar con Ella.
Es Señora de los demonios, que
la temen y al oír tan solo su nombre, huyen. Ante este Santo Nombre doblan las
rodillas los Cielos, la tierra y los abismos. El demonio teme a la Señora aún
más que a Jesús pues así Dios lo quiso, para que la humillación fuera mayor y
más admirable el triunfo de María. Es, en fin, Señora de los hombres. Pero
Señora y Reina de Misericordia. Jesús ha dividido su Reino y su Cetro y
quedándose Él con la justicia como Juez que es de vivos y muertos, ha dado a
María el poder de la Misericordia. Su Majestad y grandeza no ofende, no aterra,
sino que arrastra amorosa, pero violentamente, aunque sea muy dulce esta
violencia. Mira si no sientes en ti esto mismo al ponerte a los pies de esta
Gran Señora. Por eso, es Reina y Señora de corazones. Nadie sino Ella tiene
derecho a mandar en nuestro corazón. Examina si es Ella la que realmente manda
y dispone como Señora absoluta de tu corazón.
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