¡Oh Santa Madre de Dios! ¡Dignaos protegernos y conservarnos bajo las alas de vuestra Piedad y vuestra Misericordia! |
¡Reina del paraíso y Madre del santo amor!, ya que eres
la criatura más amable, la más amada de Dios, y quien más le ha amado, acepta
que te ame también un pecador, el más ingrato y desdichado del mundo.
Viéndome, gracias a Ti, libre del infierno, y tan
favorecido por Ti sin merecerlo, me he prendado de tu bondad, y en Ti he puesto
toda mi esperanza.
¡Señora mía, te amo!, y quisiera amarte, más de lo que te
han amado los santos de Ti más enamorados.
Quisiera, si en mí estuviese, hacer conocer a todos los
que te ignoran, cuán digna eres de ser amada, para que todos te amasen y
venerasen. Quisiera morir por tu amor, por defender tu virginidad, tu dignidad
de Madre de Dios, tu Inmaculada Concepción, si por defender estos privilegios,
fuera preciso dar la vida.
¡Amada Madre mía!, recibe mis afectos, y no permitas que
un siervo que te ama, vaya a ser enemigo del Dios que tanto quieres. Así fui yo
que ofendí a mi Señor. Pero entonces, María, no te amaba, y poco me importaba
ser amado de Ti.
Pero ahora, nada deseo tanto, después de la gracia de
Dios, que amarte y ser por Ti amado. Sé, mi Señora, la más agradecida y
benigna, que no desdeñas amar a quien te ama, a la vez que no te dejas ganar en
el amor.
Quiero amarte en el paraíso. Allí, a tu lado, conoceré de
veras, cuán amable eres, y cuánto has hecho por salvarme; por eso te amaré con
más fervor, y mi amor será eterno, sin temor de dejar nunca de quererte.
María, yo confío salvarme por tu medio. Ruega a Jesús por
mí. Yo nada más anhelo, Tú eres mi esperanza. Por eso te cantaré siempre: “María, esperanza mía, tú me tienes que
salvar”.
"Las Glorias de María"
San Alfonso María de Ligorio
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