SANTÍSIMA VIRGEN DE GÁDOR, BERJA (ALMERIA) |
En el otoño de 1588, dos ermitaños
de remota procedencia, Domingo de San Juan y Juan de Santa María, fundan un
santuario sobre las ruinas de una pequeña iglesia existente en el despoblado
paraje de Pixnela, al pie de la sierra de Gádor. En ella depositan una “figura
de talla de Nuestra Señora con sus vestiduras de altura de poco más de media vara
de alto”, a la cual dan el nombre de Nuestra Señora de Gádor.
Cuatro años después, los
ermitaños abandonan la villa para entrar en una orden religiosa, cediendo la
ermita y la imagen al pueblo de Berja, que la convierte en su patrona. Un
patronazgo en el que acompaña a la Virgen San Tesifón, uno de los siete varones
apostólicos del s. I, discípulos de Santiago apóstol, que España, el que según
es tradición en Berja, apostoló en el lugar siendo su obispo. Que la zona
registró una tempranísima cristianización lo atestigua, desde luego, el
magnífico sarcófago paleo-cristiano del s. IV encontrado en la barriada de
Alcaudique (Berja) en 1925, que puede Vd. admirar en ese gran museo que no me
canso de aconsejar que es el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Ermita de la Virgen de Gádor |
La preciosa imagen de la
Virgen tiene toda una historia: ataviada con un rostrillo de oro, de tez
tirando a morena, con una expresión solemne y mayestática y las manos abiertas,
sujetando el cetro en la derecha, y a un Niño totalmente tallado y policromado
con la izquierda, de su autor y procedencia nada se sabe. Sí, en cambio, que
como tantas otras magníficas imágenes españolas, fue destruida durante la
Guerra Civil, cosa que aconteció al anochecer del día 29 de julio de 1936.
No estuvo mucho tiempo Berja
sin su Virgen, pues el 23 de septiembre de 1939, apenas terminada la contienda,
el escultor granadino Eduardo Espinosa Cuadros la rehacía con gran parecido a
la original, algo que supervisó muy de cerca el canónigo magistral de Granada,
Francisco González López, y costeó Soledad González Vázquez. A la imagen se le
incorporó un Niño Jesús antiguo, coetáneo del original. La obra de orfebrería
se realizó en plata donada por los vecinos en forma de cubiertos y pequeños
enseres, e imitan con gran exactitud las existentes antes de la destrucción
durante la guerra. A ella se incorporan los mismos cinco ramos de laurel
plateados que tenía, cuyo hallazgo se debe al joven Francisco Sánchez Garrido,
el cual, terminada la guerra, en las inmediaciones de la acequia del “Molino de
Papel”, al pie del cerro Montivel en Alcaudique, vio brillar algo, descubriendo
que se trataba de los susodichos ramos de plata que alguno de los asaltantes
del santuario habría guardado y de los que al terminar la guerra, prefirió
deshacerse por motivos que huelga comentar.
Berja celebra sus fiestas patronales
en honor a la Virgen de Gádor, con subida y bajada de la imagen desde el
santuario de su nombre hasta la iglesia de la Anunciación, dos veces al año: la
primera, el segundo domingo de Cuaresma; la segunda, en
la primera quincena de septiembre. La tradición original es la primera, que se
observa en Berja desde 1651, fruto del voto perpetuo hecho por el cabildo de la
villa en rogativa por la tremenda sequía que la azotaba. La de septiembre surge
del traslado de los actos lúdicos de marzo a la onomástica de la Virgen. Los
cultos realizados durante sus bajadas producen a quienes visiten la iglesia de
la Anunciación la Indulgencia Plenaria que otorgara el 20 de diciembre de 1870
el Papa Pío IX.
Desde 1993, Nuestra Señora de
Gádor procesiona en marzo acompañada de su copatrono San Tesifón. Esta fusión
de cultos tiene precedentes en el s. XVIII, cuando llegaron incluso a unirse
sus cofradías, la de la Hermandad de Nuestra Señora de Gádor, que data del
mismo acto de donación de los ermitaños a la ciudad, y la Hermandad de San
Tesifón.
En cuanto a la iglesia de la
Anunciación a la que procesiona la Virgen, ha ido creciendo desde el templo
original levantado sobre una mezquita, hasta el excepcional ejemplo de neoclásico
con planta basilical y tres naves que es el actual, construido tras el
terremoto de 1804, al amparo de la bonanza económica que aportó a la zona la
minería.
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