La Madre de Dios es mi Madre... ¡Qué motivos de confianza!!! |
Composición de lugar. Mira a Jesús que te dice: Hija mía,
quiero que mi Madre sea tu Madre,
Petición. Mostrad, oh María, que sois mi Madre.
Punto primero. La madre de Dios es mi Madre, Madre de mía
de mi alma, Madre mía de mi corazón... Jesús al morir me ha dado a María por
madre, y su última voluntad otorgada en testamento tan solemne es irrevocable.
Él me dijo: “He ahí a tu Madre” y desde aquella hora la acepté por mía.
¡Bendito Jesús, Bendita Madre, feliz hija!!! ¡La Madre de Dios es mi Madre,
Madre mía de mi alma, Madre mía de mi corazón!!! ¿Qué entendimiento humano ni
angélico podrá comprender tanta dicha?... ¿Qué corazón podrá saborear la
dulzura que encierran estas palabras misteriosas, palabras del alma, palabras
del corazón?... ¡La Madre de Dios es mi Madre! Luego soy hija de María, hermana
de Jesucristo, hija de Dios... ¿Puedo apetecer mayor dicha, mayor honra, más
encumbrada dignidad?... Feliz mil veces si sé aprovecharme de ella, y llevar
con honra, por mi conducta cristiana, títulos tan divinos... ¡Oh María! Mostrad
que sois mi Madre en mis tentaciones y peligros, que yo quiero mostrarme hija
vuestra por mi modestia, pureza, caridad y humildad.
San Enrique de Ossó |
Punto segundo. La Madre de Dios es mi Madre... ¡Qué
motivos de confianza!!! Como niña tierna, cuando algo me falte para mi
felicidad temporal o eterna, iré a mi Madre, la Virgen María, y le diré:
Mostrad que sois mi Madre; me falta pan, trabajo, virtudes... dádmelo... No
tengo vino de caridad, y Vos, como en las bodas de Cana, me habéis de socorrer;
que ya estáis acostumbrada a socorrer necesidades, porque también fuisteis
pobre y necesitada como yo... ¡Qué gozo y fortaleza dará a mi lama en la
tentación al recordar que la Madre de Jesús es mi Madre!... ¡Qué consuelo y
dulcedumbre derramará en mi corazón al verme afligida el exclamar: La Madre de
Dios es mi Madre!... ¡Qué confianza renacerá en mi pecho en las dudas al
invocar a la Madre de Dios por mi Madre!!! 157
Punto tercero. Verdaderamente soy feliz, porque tengo una
Madre la más buena, la más santa, la más amante y amada de Dios... que puede
socorrerme en todas mis necesidades, porque es todopoderosa; que sabe y quiere
socorrerme, porque es buena, porque es madre de Dios y es mi Madre... ¡Feliz de
mí! En mis alegrías y pesares, en mis dudas y resoluciones, en la abundancia y
en la necesidad, en las caídas y en las tentaciones, en la vida y en la muerte
podré siempre exclamar con la confianza de ser oída: Madre, Madre, Madre mía de
mi alma, Madre mía de mi corazón, soy vuestra hija, socorredme... ¡Oh María,
Madre de Dios y Madre mía!!! Vos sois la vida y la esperanza mía... Con esta
confianza, ¡oh María, Madre de Dios y Madre mía! viviré en paz y moriré gozosa,
hasta daros un eterno y cariñoso abrazo en el cielo, al ver que por vuestra
intercesión soy salvada, repitiendo con todos los Bienaventurados:
Verdaderamente la Madre de Dios ha sido, es y será siempre mi Madre, Madre mía
de mi alma, Madre mía de mi corazón... Fiat, fiat, fiat.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
Fruto. En las tentaciones y al dar la hora rezaré una Ave
María y la jaculatoria Bendita sea tu pureza, diciendo:
"Oh María, Madre mía, guardadme como a la niña de vuestros ojos, y bajo la sombra de vuestras alas protegedme"
San Enrique de Ossó
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