Mi mayor deseo es el de ser el servidor de su Hijo, y tener a la Madre por Soberana |
¡El más bello honor a mi
libertad! ¡El más magnífico título de nobleza! ¡La gloriosa y segura garantía
de mi grandeza, que acabará en la gloria eterna! ¡En mi pobre tristeza, yo
desearía llegar a ser, para mi reparación, el servidor de la Madre de mi Señor!
¡Separado en otro tiempo, cuando nuestro primer padre, de la comunión de los
ángeles, desearía ser el servidor de la sierva y de la Madre de mi Creador!
Como un instrumento dócil entre las manos del Dios Soberano, yo desearía estar
ligado al servicio de la Virgen Madre, y consagrarme a su servicio.
Concédemelo, Jesús, Dios Hijo del hombre; dámelo, Señor de todas las cosas e
Hijo de tu sierva; hazme esta gracia, Dios abajado en el hombre; permíteme, a
mí, hombre elevado hasta Dios, el creer en el alumbramiento de la Virgen, y
estar lleno de fe en tu encarnación, y al hablar de la maternidad virginal
tener la palabra embebida de tu alabanza, y al amar a tu Madre estar lleno de
tu amor. Haz que yo sirva a tu Madre de modo que me reconozcas Tú mismo por tu
servidor; y que Ella sea mi soberana en la tierra de manera que Tú seas mi
Señor por la eternidad. Ved con qué impaciencia deseo ser el servidor de esta
Soberana, con qué fidelidad me entrego al gozo de su servidumbre; cómo deseo
hacerme plenamente el servidor de su voluntad, con qué ardor quiero no
sustraerme jamás a su imperio, cuánto quiero no ser nunca arrancado de su
servicio: que pueda yo ser admitido a su servicio, y, sirviéndola, merecer sus
favores, vivir para siempre bajo su mandato y amarle en la eternidad.
Los que aman a Dios saben mi
deseo; los que le son fieles, lo ven; los que se unen a Dios, lo comprenden, y
lo conocen aquellos a los que Dios conoce. Escuchad, vosotros sus discípulos;
prestad atención, infieles; sabedlo, vosotros que no pensáis más que en la
desunión; comprended, sabios de este mundo, que hace insensatos a los ojos de
la sabiduría divina lo que os hace sabios a los ojos de vuestra necedad...,
vosotros que no aceptáis que María sea siempre virgen; que no queréis reconocer
a mi Creador por su Hijo, y a Ella por la madre de mi Creador; que rehusáis
creer que Ella sólo tenga por hijo al Señor de sus criaturas; que no
glorificáis a este Dios como su Hijo, que no proclamáis bienaventurada a la que
el Espíritu Santo ha mandado a todas las naciones llamar bienaventurada; que
oscurecéis su gloria al rehusarle la incorruptibilidad de la carne, que no
rendís honor a la Madre del Señor, a fin de rendir honor a Dios su Hijo; que no
glorificáis como Dios al que habéis visto hacerse hombre y nacer de Ella; que
confundís las dos naturalezas de su Hijo; que rompéis la unidad de la Persona
de su Hijo; que negáis la divinidad de su Hijo; que rehusáis creer en la
verdadera carne y en la Pasión verdadera de su Hijo; que no creéis que ha sufrido
la muerte como Dios, y que ha resucitado de los muertos como Dios. Pues si El
ha muerto, es en cuanto hombre; y si ha resucitado, es en cuanto Dios. Mi mayor
deseo es el de ser el servidor de su Hijo, y tener a la Madre por soberana.
Para estar bajo el imperio de su Hijo, yo quiero servirla; para ser admitido al
servicio de Dios, quiero que la Madre reine sobre mí como testimonio. Para ser
el servidor devoto de su propio Hijo, aspiro a llegar a ser el servidor de la
Madre. Pues servir a la sierva, es también servir al Señor; lo que se le da a
la Madre se refleja sobre el Hijo, yendo desde la Madre a Aquel que Ella ha
alimentado, y el Rey ve recaer sobre sí mismo el honor que hace el servidor a
la Reina.
Bendiciendo con los ángeles,
cantando mi alegría junto con las voces de los ángeles, exultando de gozo con
los himnos angélicos, regocijándome con las aclamaciones de los ángeles, yo
bendigo a mí Soberana, canto mi alegría a la que es la Madre de mi Señor, canto
mi gozo con la que es la sierva de su Hijo. Yo me alegro con la que ha llegado
a ser la Madre de mi Creador; con aquella en la que el Verbo se ha hecho carne.
Porque con Ella yo he creído lo que sabe Ella misma conmigo, porque he conocido
que Ella es la Virgen Madre, la Virgen que dio a luz, porque yo sé que la
concepción no le ha hecho perder nada de su virginidad, porque yo he aprendido
que una inmutable virginidad precedió a su alumbramiento, porque tengo la
certeza de que su Hijo le ha conservado la gloria de la virginidad, y todo ello
me llena de amor, pues sé que todo esto ha sido hecho por mí. Yo no olvido que
es gracias a la Virgen el que la naturaleza de mi Dios se ha unido a mi
naturaleza humana, para que la naturaleza humana sea asumida por mi Dios; que
no hay más que un solo Cristo, Verbo y carne, Dios y hombre, Creador y
criatura, el autor de la obra al mismo tiempo que era su forma, a la vez el que
ha hecho y el que ha sido hecho.
San Ildefonso de Toledo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.