De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre |
Abre, Virgen, el seno, dilata
el regazo, prepara tus castas entrañas, pues va a hacer en Ti cosas grandes el
que es Todopoderoso, en tanto grado, que en vez de la maldición de Israel te
llamarán bienaventurada todas las generaciones. No tengas por sospechosa,
Virgen prudentísima, la fecundidad; porque no disminuirá tu integridad.
Concebirás, pero sin pecado; estarás embarazada, pero no cargada; darás a luz,
pero no con tristeza; no conocerás varón y engendrarás un Hijo. ¿Qué hijo! De
aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad paterna
será la corona de tu Castidad; la Sabiduría del Corazón del Padre será el fruto
de tu Virgíneo Seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios. Ten, pues,
ánimo, Virgen fecunda, Madre intacta, porque no serás maldecida jamás en Israel
ni contada entre las estériles. Y si con todo eso el Israel carnal te maldice,
no porque te mire estéril, sino porque sienta que seas fecunda; acuérdate que
Cristo también sufrió la maldición; el mismo que a Ti, que eres su madre,
bendijo en los cielos; pero aun en la tierra igualmente eres bendecida por el Ángel, y por todas las generaciones de la tierra eres llamada, con razón,
bienaventurada. Bendita, pues, eres Tú entre las mujeres y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.
San Bernardo Abad,
del libro "Las Grandezas de María"
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