PONE DOS VECES EN ACELERADA FUGA UN PEQUEÑO
NÚMERO DE CRISTIANOS A UN PODEROSO EJÉRCITO DE TURCOS, POR EL PODER
CELESTIAL VINCULADO AL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN
El Rvdo. P. Mtro. Fr. Juan Bonet nos refiere que siendo
Gobernador de Calabria el Gran Mestre de la Orden Militar de San Juan,
Hurruitiner, aragonés de nacimiento y fervoroso devoto de la Virgen del Carmen,
amaneció una mañana en el puerto y las playas de esta bella ciudad la armada
turca, a las órdenes del General Zigala, quien desembarcó setenta mil hombres,
intentando adueñarse por sorpresa de la plaza, ya que cogía del todo
desprevenido a los defensores. Mas el Gobernador, hombre de fe, animoso y decidido
como todos los maños, alentaba a sus huestes que, inferiores infinitamente en
número, pues (sólo había podido reunir, entre infantes y de caballería, unos
mil doscientos), se hallaban indecisos entre dar o rehusar el combate, puesto
que ya se habían adueñado de muchos pertrechos así como de las principales
posiciones. No obstante ser tanto en número, no desmayaba el ánimo del valiente
capitán y enardecía a sus aguerridas huestes haciéndoles ver que lograrían
infaliblemente el triunfo. Como alguno lo tomase a burla o a chanza, y uno de
sus capitanes, tomando la palabra en nombre de todos, le dijese que: "¿Con
qué armas y hombres hemos de resistir a setenta mil enemigos que nos
cercan?", el piadoso y valeroso Hurruitiner, sacando su Escapulario del
pecho, se les mostró elevándolo en sus manos y les dijo: "Este es la
verdadera esperanza de nuestra indefectible victoria." Lanzados decididos
al combate y saliendo él al frente de sus huestes el primero, le siguieron
todos sin vacilar y arremetiendo con una fe ciega contra aquel ejército tan
numeroso, no sólo lo diezmaron y arrollaron con su ímpetu incontenible, sino
que le pusieron en precipitada y desesperada fuga. Los que escapaban a tan
espantosa mortandad, se contentaban sólo con defenderse para saltar a sus naves
y hacerse a la mar lo más pronto posible. Murieron en tal refriega un sin fin
de infieles, sin que por parte de nuestros soldados hubiera que lamentar ni una
sola baja.
Zigala, irritado, viendo frustrada su guerrera
expedición, rehízo como pudo sus maltrechas huestes, decidiendo dar un asalto a
la ciudad de Blanco, pero avisado Hurruitiner por los espías que observaban de
cerca el rumbo de su flota, salió de nuevo contra ellos.
Dispuestas las huestes de don Jerónimo, marcharon
aceleradamente al lugar que de antemano se les indicara, a fin de impedir el
desembarco; mas por pronto que llegaron, ya los turcos habían ganado la orilla,
aunque no estaban aún dispuestos ni aparejados para el combate. Alienta entones
Hurruitiner a su gente e irrumpe con tal ímpetu sobre las huestes enemigas, que
rompiendo el cerco se entró en la ciudad, sin que pereciera de los suyos ni un
solo hombre. Ya dentro de la ciudad de Blanco, tomaron las tropas un leve
refrigerio y, alentados con los pasados prodigios, salieron con buen orden de
la ciudad, dispuestos a dar la batalla decisiva a los turcos y cayendo por
segunda vez sobre éstos, les hicieron tal mortandad que los más emprendieron
precipitadamente la fuga hacia sus embarcaciones, a fin de hacerse a la mar,
sin pensar en nuevas y desastrosas aventuras como la pasada, sirviendo sólo de
ocasión todos estos lances para que admiremos que el Santo Escapulario es
inexpugnable escudo con el que la Santísima Virgen quiere sacarnos siempre
indemnes e ilesos del poder de nuestros adversarios, a fin de que,
constantemente, le demos la más rendidas y fervientes acciones de gracias por
sus inenarrables bondades.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen
por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O.C.D.
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