Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 1 de octubre de 2012

MES DE OCTUBRE, MES DEL SANTÍSIMO ROSARIO



El Papa León XIII pidió al universo católico que aprovechara el mes de octubre para aumentar en nosotros, y en nuestro entorno, la devoción del Santo Rosario, poderoso medio para despertar nuestra fe, santificarnos y obtener el triunfo y la paz para la Iglesia, frente a los ataques furiosos de la Revolución para la destruirla.

León XIII quería que cada fiel rece por la mañana la primera parte del Santo Rosario, durante el día la segunda parte, y por la noche en la iglesia o en familia la tercera parte, seguida de las letanías de la Santísima Virgen y de la oración de San José*, Patrono de la Iglesia Universal.

Es muy conocido cuán a menudo vino luego Nuestra Señora para pedir a todos el rezo diario del Santo Rosario, particularmente en Fátima.

*ORACIÓN A SAN JOSÉ

A Vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades.
 
Proteged, prudentísimo custodio de la Sagrada Familia, al linaje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, oh, poderosísimo Protector nuestro! en el combate que al presente libramos con el poder de las tinieblas, y del mismo modo que en otra ocasión librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios de las asechanzas del enemigo y de toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros, con vuestro perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos y sostenidos con vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente, y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén.

Su Santidad concede una indulgencia de siete años y siete cuarentenas por cada vez que devotamente se rezare esta oración.

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