Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 16 de abril de 2022

RECUERDA LOS DOLORES DE TU MADRE

 


"La imagen de María, inclinada por el sufrimiento en el Calvario, nos enseña, que en la tierra el sufrimiento es la hermana gemela del amor"


Quien ama a María debe recordar también sus dolores, pues son, por así decirlo, dolores de parto por los que nos dio la gracia de la vida sobrenatural. En el Antiguo Testamento, antes de su muerte, Tobías le dio a su hijo el siguiente consejo, que nosotros también deberíamos tener en cuenta: "Honra a tu madre todos los días de su vida, pues sé consciente de las aflicciones que sufrió por ti" Las mismas palabras nos fueron dirigidas por Cristo cuando habló desde la cruz: “¡He aquí tu Madre!” El gran dolor, que sufrió por nosotros especialmente bajo la cruz, merece nuestra simpatía y reconocimiento. María Santísima dijo una vez a Santa Brígida de Suecia: "Mire a los hijos de los hombres para ver si alguien siente compasión por mí, pero oh, veo a muy pocos. Si tantos me olvidan, al menos tú, hija mía, no me olvides. Considera lo mucho que he sufrido"

El aspecto principal y que hay que destacar aquí es claramente su compasión durante la Pasión y especialmente bajo la Cruz: Aquí la Madre de Dios se convierte en Corredentora y Reina de los mártires, aquí da a luz espiritualmente a sus hijos.

Aunque María Santísima permaneció ilesa en su cuerpo, es sin embargo venerada como Reina de los Mártires. Su dolor en la Pasión consistía en su compasión por el Salvador, que era una compasión del más alto grado, por lo que naturalmente habría muerto. Como su amor por Jesús era indeciblemente grande, también lo era su compasión. Mientras que los mártires se sienten reconfortados por la íntima unión con Jesús durante su sufrimiento, para María esta misma unión se convirtió en la fuente de sufrimiento: Fue precisamente la contemplación de su Hijo en la cruz lo que le causó mayor dolor. Esta mirada de una madre a su tan amable y único Hijo, al que dedicó toda su vida; la mirada de la Inmaculada sobre su Dios, a quien había prometido su "Fiat" y se había entregado en amor virginal desde su nacimiento.

¿Puede imaginarse un amor más grande en la tierra? Fue la voluntad de Dios que se convirtiera en la Corredentora bajo la Cruz, para que se convirtiera en nuestra Madre, consoladora de los afligidos, auxilio de los cristianos y refugio de los pecadores. Su unión con la pasión de Cristo era tan íntima que San Alfonso dice: "Dos colgados en una cruz"




Bendíceme, Madre, y ruega por mí sin cesar. Aleja de mí, hoy y siempre, el pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, Tú no te olvides de mí. Si me dejas, Madre, ¿qué será de mí? En los peligros del mundo, asísteme. Bajo tu manto quiero vivir y morir. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mírame con compasión, no me dejes, ¡Madre mía! Y al fin, sal a recibirme y llévame junto a Ti. Tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén.




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