Santísima Virgen María:
Haced que al poner el Señor en
mi boca las palabras de David, lleguen al cielo limpias y transparentes, y no
manchadas por mis impuros labios, indignos de pronunciarlas.
Haced, Señora, que sea
atendida mi oración... Yo os la ofrezco para que Vos se la presentéis al
Señor... Purificad mi intención... perdonad las faltas..., y así, al pasar por
vuestras purísimas manos, haréis el milagro de transformar mis débiles alabanzas
en canto purísimo que recree a Jesús y se digne a escucharme.
Todo lo espero de Vos..., pues, ¿quién soy yo para atreverme a tanto? Pero si tú intercedes..., entonces me
atrevo a todo.
¿Y cómo no me vas a oír, si ya
sabes que tu pobre trapense tanto te quiere?
¡Oh dulce! ¡oh Virgen María!
Ruega por mí y por todos los pecadores como yo. No te olvides, Madre mía, que
aunque el más pequeño, soy tu hijo.
San Rafael Arnáiz
Barón
Gracias infinitas os doy,
Madre mía queridísima, por haberme traído a este monte santo. Trono de vuestras
gracias y de vuestra gloria y Paraíso de vuestras delicias, para hablarme al
corazón en estos tres días de felicidad, y serenar mi ánimo y devolverme la paz
perdida. Gracias infinitas os doy por haberme facilitado el subir a esta
Montaña santa, símbolo de vuestra grandeza, reflejo de vuestra hermosura y
emblema de vuestra fecunda virginidad. Vos, oh María, siempre, pero más en
estos tres días, habéis sido para mi alma vida, dulzura y esperanza, luz,
consuelo, salud y paz. Una vez más, Madre mía de mi alma, habéis probado en mí
que jamás se ha oído decir que ni uno sólo de los que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro socorro haya sido desatendido en sus justos
clamores. Os doy gracias muy rendidas por tanta bondad y misericordia, y en
compensación de ellas, yo os consagro mi alma con todas sus potencias, mi
cuerpo con todos sus sentidos: todo cuanto tengo y valgo os lo ofrezco;
guardadme, pues, oh María, como cosa y posesión vuestra, y no piense sino en
Vos, ni hable sino de Vos, ni pretenda sino hallaros a Vos con Jesús, fruto
bendito de vuestro vientre, ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
Vengo a daros el último adiós,
oh María, Madre mía de mi alma, Madre mía de mi corazón.
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