¡Oh Madre de Dios! ¡Madre de
misericordia! Socorredme durante el curso de mi vida, y libradme de los ataques
de mis enemigos en la hora de mi muerte. Conservad mi pobre alma y disipad el
tenebroso aspecto de los demonios en el momento supremo de mi juicio. Preservadme
de la eterna condenación. Colocadme en el número de los Santos y hacedme entrar
en la gloria de vuestro divino Hijo y participar de la herencia de los hijos de
Dios. Amén.
San Epifanio de Salamina
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