“Toda hermosa eres, ¡oh María!, y no hay mancha de pecado en Ti. Tú eres la gloria de Jerusalén; Tú eres la alegría de Israel; Tú el honor de nuestro pueblo” |
¡Oh María, toda Pura y Santa!, Paraíso de Dios, hija
predilecta suya, elegida desde la eternidad para ser Madre del Unigénito del
Padre, a quien Dios preservó de toda mancha de pecado y enriqueció de todas las
gracias. ¡Oh María, qué grande eres y qué hermosa! “Toda hermosa eres, ¡oh
María!, y no hay mancha de pecado en Ti. Tú eres la gloria de Jerusalén; Tú
eres la alegría de Israel; Tú el honor de nuestro pueblo” (De la Liturgia)
El Altísimo te ha mirado siempre con complacencia y ha
querido comunicarse a Ti de una manera especial. “El Señor es contigo, ¡oh
María! Está contigo Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Dios Trino y
Uno. Dios Padre, de quien eres hija nobilísima; Dios Hijo, de quien eres Madre
dignísima; Dios Espíritu Santo, de quien eres Esposa hermosísima.
Verdaderamente Tú eres la Hija de la Suma Eternidad, la Madre de la Suma
Verdad, la Esposa de la Suma Bondad, la esclava de la Trinidad Suma” (Conrado
de Sajonia). De todos estos títulos Tú has escogido uno, el último, el más
humilde, el más bajo: quieres ser la esclava del Señor.
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