¡Oh María, que te reconociste esclava del Señor! Enséñame a
consagrar mi vida y mis fuerzas al servicio de Dios
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María vivió la filiación divina con un sentido profundísimo
de humilde dependencia, de amorosa conformidad con todas las manifestaciones de
la voluntad divina; esto es lo que nos refleja hermosamente la respuesta de
María al mensaje del Ángel: “He aquí la esclava del Señor… (Lc. 1, 38) Aunque
Dios la haya elevado a tan alta dignidad “ la más grande de que se pueda pensar
después de la de Dios” (Pío XII), María consciente de su posición de criatura
en orden al Creador, no encuentra nada más propio para sintetizar y expresar
sus relaciones con el Señor que declararse su “ esclava”, palabra que expresa
magníficamente la actitud interior de la Virgen para con Dios; una actitud no
transitoria, sino permanente y habitual en todos los momentos y acciones de su
vida, semejante a la de Jesús, que, al entrar en este mundo, dijo: “Heme aquí
que vengo para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (Heb. 10, 7) Del mismo modo
María, que había de ser la imagen más fiel de Cristo, se ofrece a la voluntad
del Padre Celestial, diciendo: “He aquí la esclava del Señor; se cumpla en mí
según tu palabra” Fiel a su ofrecimiento, María aceptará incondicionalmente
cualquier deseo manifiesto de la voluntad divina; más, cualquier circunstancia
que Dios disponga: aceptará el largo y molesto viaje que la llevará lejos de su
casa, precisamente en los días en que había de dar a luz al Hijo de Dios,
aceptará el humilde y pobre albergue de un establo; la fuga a Egipto en medio
de la noche, las dificultades y molestias del destierro, el trabajo y las
fatigas de una vida pobre, la separación del Hijo que la abandona para cumplir
su misión apostólica, las persecuciones e injurias que sufrirá su Jesús, tan
dolorosas para su Corazón de Madre; aceptará finalmente la vergüenza de la
Pasión y del Calvario, la muerte de su amado Hijo. Estamos ciertos de que en
toda circunstancia, en todo momento, las disposiciones interiores de María eran
las mismas del día de la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor” Este es el
ejemplo y la lección que nos de María: una dependencia humilde de Dios, una
fidelidad absoluta a su voluntad, y una perseverancia invencible en la
vocación, a pesar de la dificultades y sacrificios que podados encontrar en
nuestro camino.
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