¡Ah!, desde este trono de clemencia donde estáis sentada
como Reina, volved, ¡oh María!, vuestra mirada hacia nosotros
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Reina del Santísimo Rosario, en estos tiempos de tan
grande impiedad, manifestad vuestro poder con las enseñanzas de la antigua
victoria, y desde el Trono donde estáis sentada como dispensadora de perdón y
de gracia, guardad piadosamente la Iglesia de vuestro Hijo, su Vicario y todos
los órdenes de los eclesiásticos y laicos, probados por tan grande lucha.
Apresurad, oh poderosa vencedora de las herejías,
apresurad la hora de la misericordia, aunque por innumerables culpas sea
provocada todos los días la hora de la justicia. A mí, el último de los
hombres, delante de Vos suplicante, alcanzadme la gracia que me es más
necesaria para vivir como un justo en la tierra y reinar entre los justos en el
cielo, mientras, con los fieles del universo, ¡oh Reina del Sacratísimo
Rosario!, os saludo y os aclamo:
¡Reina del Santísimo Rosario, rogad por nosotros!
Indulgencia de quinientos días. (León XIII, Audiencia, 3
jul. 1886; S. Pen. Ap., 29 abr. 1933)
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