Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

viernes, 15 de marzo de 2013

¡OH DULCE CORAZÓN DE MARÍA, SED LA SALVACIÓN MÍA!

¡Oh Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad!
¡Oh Corazón de María!, el más amable y compasivo de los corazones, después del de Jesús, Trono de misericordias divinas a favor de los miserables pecadores; yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos a quien el Señor ha puesto todo el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros: ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me prima la tristeza, o la espina de la tribulación llegue a mi alma: ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones coaligadas para mi eterna perdición me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia: ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso de que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y lo ataques de mis enemigos: ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y a ampararla, y entonces, ahora y siempre: ¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡Oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en Vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Así sea.

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