¡Cómo gozamos tus hijos, Madre Bendita, contemplándote la más hermosa Flor del Carmelo! No nos falte tu ayuda para que, como Tú, con los matices de las virtudes y los aromas del buen ejemplo, deleitando y alentando a nuestros hermanos, agrademos siempre a nuestro Padre, Dios.
Madre y Señora del Carmen, que nuestros pensamientos y los anhelos de nuestro corazón sean siempre como los tuyos cuando escuchabas y meditabas las palabras y los ejemplos de tu Divino Hijo.
Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!
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