HOMILÍA DE SAN
AMBROSIO, OBISPO
Consideremos que el superior
se dirige al inferior para serle útil: María a Isabel; Jesucristo a Juan. De un
modo semejante, el Señor acudirá más tarde al bautismo de Juan para santificar
este bautismo. Consideremos también que los beneficios de la venida de María y
de la divina presencia no tardan en manifestarse. Procuremos discernir todas
estas cosas y aquilatar el significado propio de cada palabra. Isabel, conforme
al orden de la naturaleza, fue la primera en oír la voz; mas Juan, conforme a
la economía del misterio, fue el primero en recibir la gracia. Isabel sintió la
proximidad de María; Juan, la del Señor. Isabel y María hablan de la gracia;
sus respectivos hijos la producen en el interior de ambas; efecto de una piedad
filial que se anuncia por los beneficios que ambos procuran a sus madres; un
doble misterio hace que las dos profeticen bajo la inspiración de sus
respectivos hijos. Juan se sintió lleno de gozo; Isabel, del Espíritu Santo;
esta plenitud no fue otorgada primeramente a la madre, sino al hijo para que
inmediatamente se la comunicara a ella.
“¿De dónde me viene que la
madre de mi Señor se digne visitarme?” Lo cual significa: ¡Qué bien tan grande
es para mí la visita de la Madre de mi Señor! Yo veo el milagro y me explico el
misterio: la que aquí es llamada Madre del Señor ha concebido al Verbo, está
llena de la divinidad. “María permaneció tres meses con Isabel, después de los
cuales regresó a su casa”. Con muy buen acuerdo el Evangelista nos presenta a
la Virgen Santísima cumpliendo un deber de caridad, y fijando la duración de su
permanencia conforme a un número consagrado. En efecto, ella no permaneció
durante este tiempo cerca de Isabel con el único objeto de gozar de su
intimidad: hízolo además en provecho de aquel gran Profeta; porque si ya en el
primer momento se produjo un efecto tan maravilloso de la gracia, a saber, al
saltar Juan de gozo en el seno de su madre y el quedar ésta llena del Espíritu
Santo, ¡cuántas nuevas gracias les obtendría la presencia de María durante todo
el tiempo de su visita! Así fue como recibió el Precursor la unción del
Espíritu Santo, y se ejercitó desde el seno materno como un atleta esforzado.
Así fue como se preparó su vigor para los más rudos combates.
Del Oficio de Maitines,
del “Breviario Romano”
(Gubianas-1940)
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