Tengamos una tierna confianza en María, nuestra Madre del Cielo. Roguémosle cada día, especialmente en las tentaciones y peligros, y seremos siempre socorridos por Ella |
María es la Madre de Dios y la
Corredentora de los hombres. Es verdadera Madre
de Dios, porque dio a Jesús lo que toda mujer da a su hijo para merecer ser
llamada su madre; esto es, el cuerpo y la sangre. María es, pues, Madre de
Dios.
Es también Corredentora, porque compartió los
sufrimientos de Jesús, uniendo sus dolores a la Pasión del Salvador.
Ello le valió diversos y
señalados privilegios, a saber: La
Inmaculada Concepción, o sea la preservación del pecado original en
previsión de los méritos de Jesucristo. La
Virginidad perpetua antes y después del nacimiento del Redentor. (Los
hermanos de Jesús, de que se habla en el Evangelio, no eran sino sus primos,
quienes se llamaban “hermanos” por costumbre judía)
Su gloriosa Asunción, afirmada por la práctica de la
Iglesia, la cual instituyó la fiesta de este nombre.
En fin, María es la Medianera Universal, según creen los
Teólogos, los Padres y numerosos Pontífices, como León XIII, San Pío X y
Benedicto XV. Esto significa que no se nos concede ninguna gracia sin la
intercesión de María.
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